7. Castellfollit de la Roca, Girona
Una de las cosas que no te dejarán indiferente para nada es contemplar desde la distancia el risco basáltico de 50 metros de alto y casi 1 kilómetro de longitud sobre el que se asienta la pequeña población gerundense de Castellfollit de la Roca. Esta enorme pared es fruto de la erosión de los ríos Fluvià i Toronell sobre los restos de las corrientes de lava que hace miles de años hubo en la zona y que tanto ha marcado la historia local. El perfil de este municipio de aires medievales (que es uno de los más pequeños del país) es único y de una belleza casi sobrenatural. Al final de la colada basáltica está la iglesia de San Salvador. Sube hasta lo alto de la torre y alucina con las vistas. Si al acabar te da hambre, hazte con una (o varias) de las madalenas de Cal Tuset.
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